Tuesday, January 28, 2014

Reflexiones sobre la exaltación por el Presidente Santos

¿Cómo vivir una vida venturosa? Si, como escribían textos antiquísimos, la felicidad estaba en la mente, se trataba de ser maleable ante cada circunstancia, cada percance, cada obstáculo y cada peligro; ser el agua que se abandona a su caudal y que al confrontar obstáculos espera pacientemente hasta encontrar ya sea la grieta de su escape o la tranquilidad de un dique; ser el fuego que se inflama contra la injusticia -pues el mayor yugo es el de la connivencia- y habla, aún a costa de la furia del status quo.


Mi peregrinaje voluntario me ha acostumbrado al anonimato, y en el world's stage he asumido los roles del portugués, el hindú, el turco, el árabe, el chicano e incluso el musulman del sur de Kirguistán. Pero todo tiene sus límites, y en alguna ocasión, luego de cruzar bajo el Canal de la Mancha, en una escena afín a "La Pimpinela Escarlata" fui tomado por un pakistaní sospechoso.




Mi mayor pasión, además del teatro, ha sido  y es el aprendizaje. Menciono aquí que no se trata de una simple recolección de datos, un vicio que produce autómatas, aquellos que lastimosamente contratan a granel la mayoría de universidades, aquellas regidas por rectores que no son sabios sino políticos; guías de la educación, sino impostores. Se trata más bien de una revisión de datos; así, por ejemplo, el filósofo lee para resaltar ideas que la tradición ha olvidado o para corregir interpretaciones que hoy en día prueban ser contraproducentes: interpretaciones resguardadas por el conformismo o la docta ignorancia. Desde pequeño siempre me esmeré por frecuentar a los más rebeldes e indisciplinados, y lo hacía, creo, por disociarme de los más conformistas. Tanto el poeta, como el actor y el filósofo encuentran su mayor obstáculo en el conformismo que impera en una sociedad. Pero a diferencia del político, el poeta no pretende eliminar, sino comprender y embellecer el sistema. Cortazar y Beckett han sido, con su poesía, reformadores, educadores, filósofos y estadistas. 

Mi niñez y mi adolescencia halló refugio en los libros; mis padres se preocupaban tanto que me obligaban a ir a las fiestas, hasta cuando a los 14 años, en una fiesta animada por Lucho Bermúdez leí "Drácula" de Bram Stoker, mi traje oscuro descollando impertinente en el mar de sillas y mesas de manteles blancos que los invitados habían abandonado para bailar.  Habiéndome propuesto cuando menos leer una novela, un poemario, una revista especializada, un libro de cuentos, un tratado filosófico o una obra de teatro a la semana, además de periódicos, adquirí miopía a los 18 años. De algún modo siempre supe que las ideas que el universo o Dios me entregaría tras largos años de estudio merecían ser representadas. Mi mayor felicidad es transmitir a alguno de mis lectores las emociones y destellos que aún recibo de tantos escritores, artistas y poetas; cierto día un joven me escribió de Italia para confesarme que la lectura de "Zenón, Aquiles, la Tortuga y la demostración del infinito" lo había persuadido de abandonar su carrera de sociología para dedicarse a la filosofía. 

Escribí sin dogma obras de teatro y guiones de cine. Mi roca es la fe, esto es, la autodeterminación. Es fácil desfallecer; el heroísmo es perseverar. Mi mayor privilegio fue el de explorar el cine en todas sus expresiones como docente en nueve universidades del mundo. Mis lecturas continuaron paralelamente, con ensayos que fueron publicados por revistas de talla internacional como "The Philosopher" de la Sociedad Filosófica de Inglaterra. Realicé tres largometrajes independientes, entre ellos, mi versión de Hamlet, reflejo de mis incomodidades ante la organización de la economía mundial. "Nuevas Tardes en Manhattan" fue mi primera novela, publicada por familiares en Bucaramanga (2000) y luego, tras las caídas de las Torres Gemelas -descritas al comienzo de ésta-, por la editorial La Buganville en Barcelona (2002). Su lanzamiento en España sería, según su editor, un evento editorial, pero su muerte repentina fue un revés, un punto de giro que me preservaría en la Academia. 



Hoy recibo con orgullo este enaltecimiento de mi nación y del Señor Presidente de la República de Colombia. Agradezco a todos quienes me han acompañado en esta senda de conocimiento, y al lector, lectora o lectores de mi obra que me nominaron a un reconocimiento tan importante en la vida de cualquier hombre.





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